martes, 25 de mayo de 2010

El espejo


"Casi siempre es el miedo de ser nosotros lo que nos lleva delante del espejo."
Antonio Porchia
Las creencias (o prejuicios) con los que convivo día a día fueron implantados en mi infancia. Soy lo que son, son lo que soy.
Ante acontecimientos cotidianos se me presentan respuestas ligadas al pasado, en ocasiones lo descubro y sonrío.
En algún momento de mi vida escuché a los adultos decir que si a los niños se les colocaba frente a un espejo no aprendían a hablar sino hasta bien entrada su infancia. Como si el descubrirse y reconocerse les negara la capacidad de verbalizar sus pensamientos. Como si una ceguera les borrara las palabras.
También nos obligaban a tapar los espejos o girarlos contra la pared cuando caía una tormenta, ya que los espejos convocaban los relámpagos, aún no se si esto sea verdad, pero conlleva un elemento mítico fabuloso.
¿Qué hay en los espejos que a los humanos nos remueve el elemento mágico más profundo de nuestra alma? ¿por qué siempre buscamos mirarnos en los sus superficies, en ocasiones con temor de habernos perdido? Miramos si seguimos siendo los mismos, o si la vida nos ha cambiado al extremo de habitar un cuerpo extraño a nosotros.
Pero en esta suerte de reconocimiento nos quedamos en lo superficial, en la fachada, tememos desempolvar al verdadero yo. Ese que no cambia, pero si crece y se potencia.
En los espejos hay magia, permiten que nos desdoblemos en nuestro yo y en nuestro otro, el real y el ideal. Me preocupa mirarme en su luna de plata y descubrir que estas dos imágenes no son iguales y no poder entender la razón...

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